Desde hace como 15 años, nos juntamos cada 15 días a tallerear nuestros textos.
Esto es fundamental para nosotros. La experiencia de lectura de otras personas nos permite saber qué sí queremos que diga nuestro texto y qué no.
La dinámica es sencilla: por medio de un grupo de Telegram, alguien dice que quiere leer en la próxima sesión. El día del taller, el autor o autora lo lee en voz alta. Tras unos momentos de relecturas, los asistentes dan su opinión.
Quien escribió el texto debe permanecer en silencio hasta que todos hayan realizado comentarios. Esto es para que «el texto se defienda solo» —nos ha pasado que «es que lo que está pasando es…» se vuelve una muletilla—. Ya después, el autor o autora puede decir o aclarar lo que necesite.
Los comentarios son siempre, única y exclusivamente, sobre el texto. Quien escribió puede aceptar o rechazar lo que le digan. Es su texto y es esta persona quien debe decidir qué sí va y qué no.
En nuestra experiencia, dos textos por sesión son lo ideal. Si el texto excede las diez cuartillas (a puntaje 12, doble espacio, con márgenes de 2.5), se manda unos tres días antes para llegar con el texto leído.
El taller no es un curso, nadie lo guía, nadie es el maestro o maestra. Es un ejercicio de lectura y crítica horizontal. Por lo tanto, no cuesta
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